El escritor lloraba sobre la tumba de su amada esposa. Habían pasado la noche juntos, había sentido sus labios tibios deseándole dulces sueños y al despertar ella estaba muerta. Nadie comprendía que había pasado, el cortejo fúnebre se retiraba y daba paso a la lluvia.
Sólo quedaban el escritor y la altiva figura de la Catrina.
-¿Quién se burla ahora? -decía ella, con sonrisa socarrona- ¿quién ríe de quién ahora?
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